Diciembre de 1968, tenía seis años y estaba así disfrazado porque hice de el Rey mago Baltazar; ese año cursé transición, lo que es ahora primer grado, recibí diploma y medalla.
No recuerdo si era diciembre de 1971 o 1972, pero volví a recibir otro diploma, como en los años anteriores, de manos del Director Don Víctor Portugal Carbajal.
Prueba irrefutable de que al profesor no le gustaba firmar con su primer apellido.
En el año 1968 cuando vivía en Miraflores estudié hasta tercero de primaria en ese distrito.
En el “Instituto Experimental N° 7 Método Peruano, Uladislao Zegarra Araujo”, era el método de enseñanza que crearon en la década de los años 40… (posteriormente cambió de nombre y de local porque derrumbaron toda la casa para hacer un edificio y pasó a llamarse Escuela Primaria 7011) era una casa antigua grandísima con entrada principal escalera de mármol, al costado había un pasadizo para que entraran los alumnos, los jardineros y los que hacían el mantenimiento en la casa; al fondo era un tremendo jardín con una inmensa glorieta desde donde hacíamos, me incluyo, formar a los alumnos, tenía un patio enorme... a nosotros no nos enseñaron con “Coquito” sino con “Desito”, particularmente en mi caso como ya debo haberles contado anteriormente por ser zurdo, mamá me había enseñado a leer y también a escribir con la mano derecha para no tener problemas, pero igual era el método con el que nos enseñaron.
Hasta recuerdo a mis profesoras Gladys Yip de Ezeta, Martha Landeo de Tovar y Emilia Vázquez de Alvarado (que era mamá de un compañero), que tuvo que reemplazar a la anterior profesora por un accidente difícil de contar que tuvo en el salón de clase, yo me acuerdo claramente y al detalle de qué se trató, los otros niños no se dieron cuenta porque no entendían y por la emergencia los profesores hicieron una especie de cortina. Hace unos cinco años conversando con una antigua compañera Gleni Esther Carrera Murrugarra, (¡Ay Gleni, éramos tan niños!) me dijo que tampoco se había dado cuenta pero bueno ese no es el caso.
El caso es que yo estudiaba en Miraflores y en Surquillo faltaban colegios y mandaban un bus de esos antiquísimos de color amarillo con niños desde allá que venían a estudiar a Miraflores. Jaime Walter Briceño Briceño, tú estabas entre ellos un grado más que yo y te encontré en la G.U.E. Ricardo Palma el año 1974 también al compañero Vargas, el colorado Vargas Ordóñez, tú te acuerdas de él, pero contigo terminamos siendo promoción el año 1978.
Debo mencionar que cuando ingresé a la G.U.E. Ricardo Palma, encontré a muchos de los que venían de Surquillo a estudiar a Miraflores y por supuesto también a algunos que terminaron la primaria conmigo en la Tablada de Lurín, como por ejemplo Carlos Wilfredo Mejía Cruces (hoy casualmente después de no verlo en mucho tiempo, me encontré con él en el mercado) y justamente comparto esta aventura con él, con Willy Mejía y le comenté muy rápidamente que escribía cosas en mi blog y le pedí su teléfono, seguramente debe también estar leyendo esto.
Ahora imagínense mas y peor aún, cuando fui a vivir a San Francisco de la Tablada de Lurín, la falta de colegios. Los principales eran el antiguo 6024 qué pasó a tener nombre propio, “José María Arguedas”, nombre que recuerdo propuso cuando estábamos en quinto de primaria el compañero Víctor Raúl Requejo Vargas; en José Gálvez, cerca de la fábrica de cementos El Sol, en Atocongo como le llamábamos, (era un valle y se aprovechaban las aguas del Río lurín para regarlas, hasta ahora me acuerdo de la inmensa cantidad de maizales) y que da nombre al puente Atocongo que cruzan todos los que van por la Panamericana Sur entre los distritos de San Juan de Miraflores y Santiago de Surco porque en ese tiempo la civilización estaba lejísimos y un punto de referencia era la fábrica de cemento porque casi todo San Juan de Miraflores, Villa María del Triunfo, Villa El Salvador (que no existía como distrito, pertenecía a Villa María del Triunfo) eran despoblados y por algunos lugares como Villa el Salvador eran desiertos de arena pura, había otro colegio que era y es muy grande, se llama Juan Guerrero Químper; en La Curva como le decíamos nosotros, de Nueva Esperanza, por el hoy centro comercial Plaza Vea y frente al ahora hospital de ESSALUD Guillermo Kaelín de la Fuente, hay otro colegio que es muy grande y el más antiguo, se llama Mariscal Eloy Ureta, otro de ese sector era el colegio Túpac Amaru de Villa María del Triunfo en la Avenida Pachacútec antes de llegar al terminal pesquero viniendo de Lima; eran los cuatro colegios más antiguos, más grandes y que tenían mayor alumnado de la zona, claro que el que tenía mejor infraestructura y todo lo demás era el Juan Guerrero Químper de José Gálvez y el nuestro el 6024 era el más humilde pues ni siquiera estaba cercado.
Hago esta pequeña explicación y/o reseña para contarles otro recuerdo, esta vez del año 1973 cuando yo cursaba el Quinto año de primaria, mi profesor era el profesor Joel Capcha Morales, él firmaba como Joel C. Morales parece que no le gustaba el apellido paterno, no firmaba con su primer apellido y lo conocíamos como el profesor Joel Morales, me enseñó cuarto y quinto de primaria.
Él era de Ancash y siempre recuerdo, porque por esos años todavía estaba fresco en nuestra memoria el terremoto de 1970, que nos contó, a manera de mito, que cuando se venía el alud o huayco, como le decimos nosotros los peruanos, sobre la ciudad de Yungay delante venía un ángel con una espada para castigar a esa ciudad. Fue el único profesor que nos habló de sexo en el salón de clase, claro que en dos grupos, yo estaba en el grupo de niños por mi edad, después nos hizo salir y quedaron los mayores (tenían 15 años) y también conversó con ellos.
El caso es que a donde quería llegar, es que nos invitaron a un campeonato de fútbol y los otros tres colegios eran los que ya mencioné y la sede donde se iban a disputar los partidos era en el colegio Mariscal Eloy Ureta que quedaba en lo que nosotros llamábamos la curva de Nueva Esperanza, geográficamente era para mí al otro lado del cerro o de las lomitas como decía mi papá porque cerros verdaderos, eran los cerros altos y no de los pequeños que mi papá le decía lomitas, papá vivió su niñez en el campo y sabía lo que decía; para él eran lomitas y punto, pero para nosotros que veníamos de vivir el comienzo de nuestra niñez en Miraflores, eran cerros. Informalmente nos reunimos con el profesor en el patio, para tomar la decisión de cómo íbamos a afrontar el campeonato de fútbol, si debíamos aceptar o no y cómo íbamos a quedar, si se llegaba a conformar un buen equipo con la gente que teníamos; por supuesto yo no integraba para nada ese equipo de fútbol, tenía 11 años pero había gente mayor que jugaban regularmente al fútbol, yo era una especie de preferido del profesor por mi rendimiento en los estudios y mi presencia era porque podía aportar ideas y porque teóricamente sabía y sé, mucho de fútbol. Finalmente decidieron o decidimos todos... decidieron los mayores y el profesor, con una pequeña trampita, que un alumno de cuarto año había dejado el colegio pero todavía estaba matriculado recuerdo su nombre se llamaba Ceferino, mayor como la mayoría en ese tiempo y cursaba el cuarto año de primaria, lo recuerdo como si lo estuviera viendo con su chompa ploma tejida a mano y su pelo largo como una peluca, una cicatriz en la cara que creo era un lunar... y decidimos ir al campeonato que se iba a realizar en un solo día, claro cada uno iba por sus medios, los jugadores se iban por sus medios con el profesor y yo pues no era jugador del equipo, no era mi obligación asistir pero como me gustaba el fútbol, decidí ir, así que me las arreglé para verlos, no recuerdo si llegué a ir con mi hermano José, pero sí recuerdo que fui con Willy Mejía a pie bordeando las lomitas o cerros. Actualmente ese lugar se llama César Vallejo. Esa parte, por aquellos tiempos, era casi despoblado y el problema era que teníamos que lidiar con los perros y para llegar tuvimos que pelear contra ellos y llegamos con las piernas y rodillas mordidas, arañadas y todo lo demás pero era algo ya común para nosotros, habíamos aprendido a enfrentarnos a ellos (igualmente nos peleábamos con los perros cuando nos íbamos a bañar a las lagunas que hoy les llaman, a las que quedan, pantanos de Villa y yo ya era un digno habitante de la Tablada de Lurín.
Llegamos al lugar donde se iban a jugar los partidos; una cancha grande de fútbol y el colegio era grande, los otros colegios habían ido preparados para hacerle barra a sus jugadores haciendo bulla de una u otra manera hinchando por sus equipos, nosotros fuimos o íbamos llegando cuatro gatos por aquí, dos gatos por allá y nos fuimos juntando pero no teníamos la esperanza de ganar siquiera un solo partido, pero poco a poco se fueron dando los resultados a nuestro favor y al final solo quedamos dos equipos, no recuerdo con quién definimos creo que con el Túpac Amaru de Villa María del Triunfo, todos los artículos que llevaron los alumnos de los otros colegios para hacer bulla, lo agarramos nosotros, una especie de tambores rudimentarios, latas de leche Gloria llenas de piedras y cosas así… Gritábamos, saltábamos (por nuestros héroes) e increíblemente llegamos a campeonar. Recuerdo nombres… Roberto Ferro, Graciano Bendezú, un chico Balcázar que con un futuro policía Walter Guzmán Camacho paraban peleándose por las mujeres, Shapiama con su clásica parada (él fue el arquero) y sus manos en los bolsillos de atrás cuando conversaba, Carrasco, el colorado Zúñiga, el zambo Zamudio, uno de los hermanos Roca, no recuerdo cuál de ellos porque eran tantos, que estaban metidos por todos lados y son tantos los hermanos Roca que había uno en mi salón también, Carlos Alberto Roca Cermeño, estaba Ceferino, del que hablé que ya no estaba en el colegio, no asistía a clases, también estaba “Tuco” Gutiérrez, el verdadero, como conversé con él hace un aproximadamente unos cuatro años cuando tomé un auto y él estaba "taxeando" (me iba a mis terapias a Chorrillos en el INR) y conversamos un poco, pero justamente de este hecho que estoy contando, nunca se lo mencioné, me olvidé de comentarle.
Eran más o menos los compañeros que conformaron aquel equipo del que tal vez ni ellos mismos se acuerdan, pero para mí era emocionante ver que habían ganado a los otros tres colegios grandes, me pareció una hazaña, yo era aún muy pequeño tenía 11 años, pero sentí mucha alegría al ver aquel equipo, formado a última hora, sin siquiera haber jugado un partido de práctica juntos, pero que increíblemente campeonamos y me incluyo porque yo también era del 6024.
El regreso fue otro sufrimiento, otra vez a pelear con los perros… pero valió la pena, recuerdo que hasta se pusieron a llorar los jugadores con el profesor pues pensaban, pensábamos todos que no íbamos a hacer nada pero fue todo lo contrario y para mí y para ellos si es que lo recuerdan, es uno de los grandes recuerdos de cuando estudiamos en la Tablada de Lurín, en mi caso, durante dos años en el 6024, corría el año 1973. Hace 50 años… FMVA...
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